Tulcán, Ecuador.- El verde de la vida se combina con el gris muerte en un cementerio único en el mundo al que muchos llegan no para llorar o recordar a su ser amado, sino para admirar una obra única hecha de la poda de pinos y ciprés que cuenta entre sus ramas la historia de las más importantes civilizaciones del mundo.
Es en el cementerio de Tulcán, en la Provincia de Carchi, el trabajo de poda de los jardineros se ha convertido en todo un arte en el que un pino o ciprés es transformado en alguna figura azteca, inca, romana o egipcia que se erigen presumidas por largo pasillo en donde su aroma invade “El Jardín de los Recuerdos” o “El Altar a Dios”.
Los jardines del cementerio se extienden más allá de las cuatro hectáreas adornadas con tres centenares de figuras que no solo evocan las grandes civilizaciones, sino lo más representativo de la flora y fauna ecuatoriana: un tucán, por ejemplo, posa a punto de extender el vuelo.
Ver las figuras en el invierno ecuatoriano invita a la reflexión sobre la vida y la muerte.
Entrando al cementerio hay un largo pasillo al lado derecho, cientos de nichos donde la muerte se adorna con la belleza de un alcatraz vivo que, rivalizan con las verde figura de una gigantesca cabeza Olmeca, por ejemplo.
Aunque el cementerio fue construido en 1923, no fue sino hasta 1936 que Don José María Azael Franco Guerrero ordenó la plantación de cientos de árboles de ciprés que al cabo del doceavo año de vida, cumplirían su doble función ecológica-artística al ponerse en manos del jardinero que “inmortalizaría” al simple ciprés en una representación de un dios Azteca.
La fama que las verdes esculturas tomaron obligaron que las visitas de extranjeros a Tulcán, en la frontera con Colombia, incluyeran el especial cementerio en donde las flores vivas jamás faltarán porque la humilde administración del lugar se encargará de que así sea. 2012